El pasado lunes 3 de octubre tuvimos una fantástica experiencia en nuestro estudio. Mi amigo Ángel Adeva, con el que salgo a montar en bici todos los sábados en nuestro grupo de MTB, originario de Villacañas (Toledo) y muy aficionado a la cocina tradicional, nos metió en la máquina del tiempo y consiguió sorprendernos a todos. Nos enseñó los secretos de la receta de gachas manchegas tradicionales.
Se presentó con su perol, su harina de almortas, pimentón, unas morcillas de su pueblo y panceta de papada. Su propuesta era sencilla y contundente, preparar unas gachas tradicionales tal como se hacen en su pueblo. Y claro, la mayoría de nosotros hemos oído hablar de ese plato pero casi nadie lo ha probado.
Os cuento el proceso, primero pelar unos ajos, laminarlos y freirlos en aceite de oliva (1 cucharada de aceite de oliva colmada por persona y alguna de regalo). Cuando están dorados se apartan. Se echa una cucharada sopera de harina de almortas por persona (y alguna más de regalo). Se trabaja la harina, para que se tueste y no quede cruda. Se echa el pimentón, se vuelven a echar los ajos y se cubre con agua (1 vaso de 250 ml por persona). Se remueve bien para que no queden grumos y se deja cocina a fuego medio, que salgan las burbujitas pero sin que se queme. Mientras tanto, se fríen las morcillas y la panceta contada en tiras. Cuando está todo, se pone la sartén al centro y “cuchará y paso atrás”. Poquito de gachas, pinchas un poquito de panceta, un poquito de pan y un trago de vino. Y a volar.
La experiencia fue sensacional porque hoy en día tenemos un rango de sabores muy estrecho y centrado en un puñado de productos con sabores límpios y muy light. Cuando probamos una comida centenaria, nuestro cerebro reacciona. Estás comiendo algo que hace siglos que nuestros antepasados lo comen. Estás viajando en el tiempo y haciendo que tu hipotálamo encuentre registros históricos de sabores. Qué experiencia más buena. Hemos quedado en repetirla pero con otra de las recetas que Ángel controla, lo contaremos.

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