Cómo inventar 100 recetas para un solo producto y no morir en el intento

No hay nada como crear una infinita batería de propuestas gastronómicas para dar sugerencias de presentación para un solo producto. Por ejemplo 100 sugerencias. Pero no te valen 80, no, mejor 100. En serio, probad a hacerlo. Y no me refiero a un agradecido jamón serrano o a un suculento queso de leche cruda. Intentadlo con una loncha de chicharrones o con un filete de carne adobada, probad con la última chachiloncha-way libre de grasas, libre de carne, rellena de aire y con todos los aromas naturales del mundo, fácil ¿verdad?

A veces la creatividad se convierte en un suplicio digno de tortura medieval, donde “la gota china” se convierte en un simple juego de niños, y a partir de la propuesta numero 30 las cuencas de los ojos empiezan a sangrar mientras te recuerdan la premisa predilecta en el mundo del marketing alimentario: “Bueno, bonito y barato” o lo que también traducido viene a decir: sano, fácil, sencillo, apetitoso, tradicional pero moderno, innovador pero accesible, con policromías, con vajillas y técnicas de cocción concretas, sin repetir, sin parecerse y para dentro de unas horas, ¡que solo son 100 propuestas!

Eso sí, sin antes mandarte el producto para ver como es, qué color tiene, qué forma, qué textura, qué sabor… Si lo hicieran, tu trabajo sería demasiado fácil, ¿no?

Así que te pones manos a la obra y empiezas a bucear por la red, por tus cientos de libros de diferentes cocinas del mundo y empiezas a estrujarte la cabeza como si de una naranja de zumo levantina se tratase, eso sí, sin que salpique al resto de trabajo y resto de propuestas pendientes que te mandan otra docena de clientes bajo el mismo protocolo.

Debes procurar no repetir propuestas entre trabajos con otros clientes, que los ingredientes sean fáciles de encontrar, que la elaboración no exceda de “X” minutos, que sea apta para todos los públicos, que sea sana y nutritiva, que la presentación sea interesante, sin maquillar ni transformar el producto hasta hacer desaparecer su propia identidad. Una vez que superas este nivel de locura, sacas lo mejor de ti y a veces interiorizas que lo más sencillo es lo que mejor resulta, aplicándo a platos básicos, tradicionales y muy conocidos la participación o sustitución del producto dentro de la receta.

Pero eso nunca es apreciado, se piensa que una propuesta uno se saca de la chistera o abriendo una lata. Que no hay un trabajo de investigación detrás de ella, básicamente que las sacas de Youtube o Google, lástima. Así que una vez terminas tu trabajo, solo esperas y deseas que llegue pronto otro encargo de 100 recetas, para que puedas utilizar tu afilado lápiz como método de ajusticiamiento, unas 100 veces, una por cada propuesta.

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